Muñecas rotas

Hoy es uno de esos días en los que veo todo gris, ya sabes, esos días en los que las hormonas que regulan el ánimo no se secretan como deberían. Y el cerebro es complejo de analizar, es como un laberinto donde vas encontrando recuerdos o motivaciones para moverte todos los días. Si la música no ayuda, a veces el café; aunque hay quienes dicen que la cafeína lo empeora, no sé, yo lo tomo todas las mañanas por costumbre, porque es un ritual; sentir el aroma y ver como el vapor se desprende de la taza. La calidez del café por las mañanas me reconforta, sin importar qué tan desanimada me encuentre; es como un abrazo tibio con alguien que realmente amas.

Mi cerebro es una máquina descompuesta; intento poner parches a esos desperfectos, para seguir funcionando en este ciclo. Estoy aquí, este segundo que es la vida y ocuparé este espacio hasta que el ciclo decida que ya no sirvo. Pero ya no sirvo, lo he comprobado. El mundo debería expulsarme a cualquier parte con mi café y mis discos bajo el brazo. Me pondría los Jeans más gastados y caminaría sin rumbo hasta caer desfallecida. Pero eso es sólo una metáfora, no es esto de lo que quiero hablarte.

Estuve pensando en ella por varios días; no he querido mirar sus fotos o espiar sus redes sociales, pero este ánimo me ha hecho recordarla. La pienso con esa parte de la canción de Nick Cave: “I’ll love you till the end of the world/ With your eyes black as coal/ And your long dark curls”. Hay días en los que pienso que fue un error haberme ido, dejarla otra vez; siempre lo pienso, al menos una vez al día. Es difícil encontrar un alma que encaje tan bien con la tuya, hasta en los detalles más simples. Es difícil completar esos silencios con los de alguien más, pero con ella lo hacíamos; podíamos ser libres la una con la otra, sin cruzar más líneas de las necesarias. Es una mujer extraordinaria, yo diría que es la mujer más extraordinaria que he conocido, pero como dije antes; el cerebro es complejo, y el mío siempre está al borde.

Vivir con miedo ha sido una constante desde que tengo memoria. Vivir con miedo y bloquear los recuerdos difíciles, es todo lo que sé hacer. No he podido vencer el miedo para retener lo que amo, para hacerle frente a los conflictos o lo que no entiendo; por eso la dejé, otra vez. Y sé que ya no habrá otro final más que este; donde nos iremos olvidando lentamente, con ese olvido que es apenas un eco en la memoria. Me iré acostumbrando a no contarle mis tristezas y ella no me dirá que alguien le rompió el corazón de nuevo, como un eterno ir y venir de cicatrices; ya no bailaremos Dark Wave, mientras nos besamos en la pista de baile, mientras los curiosos nos miran. No la escucharé leerme poesía en frente a la tumba de Boris Calderón en una cama de rosas rojas, mientras con el alma y el cuerpo destrozados, intento no pensar la noche que pasé entre vino, mota y polvo. Todo parecía encajar entre nosotras, como dos muñecas rotas que se encuentran en un terreno baldío y se acostumbran a la pena mutua. Un circulo que se acaba cuando yo lo destruyo, por el miedo. El café no es suficiente este día.