Valle del tigris

acaricia mis raíces madre, acaricia mi existencia
aún siendo pobre y miserable, desprovisto de gracia
ama mi corteza, el ramaje que me crece de los ojos, abre
abre todos los centros que te perturban
todos los oscuros rincones donde habito, ábrelos y repítelos como
si copiaras a los hijos de tu vientre, siendo yo el único satélite
que te circunda
ábreme madre, desde estas raíces que se pudren violentas
crujen todas mis almas y en cada una soy un niño
absorbido por tu luminiscencia, por la abstracción de todo aquello
que no comprendes
en esas ramas escasas que te acarician
lentamente
desprendido de cuajo y sorprendido por el contraluz de tu silueta
he vivido madre, más allá de mi propio destino,
trasplantado innumerables veces fuera de tus frutos
pero he vivido para vencer la oscuridad
ya no importan las raíces abiertas
importa la madre que sangra frente al árbol caído
qué importa mi propia virulencia
o la prórroga de la vida
el letargo del agua dentro de mis células
importa el arraigo y todo aquello que absorbemos, lo indestructible
que crece más allá de las hojas y la savia
esto es lo que importa; que seamos nueva substancia aún si hemos
tocado levemente la penumbra