Ishtar

mirándola a los ojos desde abajo, desde arriba, a contra luz, entre la niebla

sus pupilas se dilataban como mandrágoras,                                                como el tajo hurga entre la carne más allá de sus líneas simples                era espesa bajo la tierra

como si el lodo fuera agua cristalina

mirándola impalpable entre los frutos que nadie conocía

respirando aroma de claveles y agua estancada

millares de ramos florales suspendidos en el tiempo

a través de cruces, esvásticas y estrellas de ocho puntas

iba cayendo en la profundidad del Tártaro

mirándola como un espasmo subterráneo,

ella penetraba la tierra hasta encontrar mis raíces

deseaba lamer mi caliptra, el fondo de mi existencia

el inicio del vástago convertido en tallo

allí, era yo y todas mis células succionadas por su boca de ninfa

mirándola retorcerse en la humedad y beber de mí la savia

oculta en el misterio del placer más impreciso

abrí mi ser a su cadalso

dibujé su forma en mi bestiario 

errático, dejé que mamara como leche mi substancia

hasta que me entregué a su lengua

bajaba desde mis hojas el mantra salado

ella, apenas un pálido capullo, emergió desde el lodo con mi ser atado a su garganta
mirándola, ya fuera                     inerte, como un fruto maduro fuera de su rama

lánguida y simple              brotaba de su boca mi propio rastro seminal                               

envilecida tomó sus formas se

disipó entre la luz                     como si estuviera hecha de sombras

desanduvo el paso que la trajo gota a gota                          embebida en su propia magia

atada a los frutos desconocidos