Oblivion

Quisiera tener otra vida, otro espejo donde mirarme. Abrir las cortinas y que el público se haya convertido en piedra. Quiero tener los tentáculos muy largos. Morder profundamente hasta sorber la sangre como si fuera una fruta jugosa y sorber, sorber, hasta extasiarme con el placer de lo inmoral. Quisiera saltar del edificio más alto y morir sin sentir nada; palidecer en un callejón oscuro y ser devorada por ratones. Me muero, y lo sabes, cada que respiro es un cuchillo clavándose en cualquier parte de mi cuerpo. Mi cuerpo no es suficiente para tanta angustia o letargo. Escalo una piel, y la succiono. Mis labios humedecen y erosionan; estoy bramando desde un lugar dentro de mi soma. Estoy huyendo todo el tiempo, cada segundo, sobre brasas y cenizas. Hurgo en las palabras, pero se repiten dentro de un mismo dialogo confuso. Mi obra de teatro, el centro lacerado donde duermo y me mutilo al mismo tiempo. Estoy mirando dentro de tus ojos, aunque no existen; están vaciados dentro una copa que me bebo constantemente, y me intoxico, retorciéndome en tus fauces. Me devoro y me devoras; soy un cuerpo para el mismo deseo. Quisiera tener una silueta distinta, sin claroscuros o mortajas; volver siempre a la misma luz; segura, blanca, iridiscente. Quisiera lamer cada poro y cicatriz, cada vena y arteria, vestirme de tu piel hasta convertirme en otro ser; uno que se hunda en la locura y el deseo. Nada tenso, ninguna flama. Aquí me tienes, un animal sin piel, un corte profundo; una flor transparente.